AGRESIVIDAD: MIEDOS, CARÁCTER, APRENDIZAJE

Hoy nos acercaremos a un tipo de desviación del comportamiento que puede presentar el perro: la agresividad aprendida.
Puede pasar que nuestro perro sea de carácter débil, un animal nervioso, haya desarrollado miedos o hasta fobias, y las más de las veces, una combinación de todo ello. Cuando el caso es este, en ciertas situaciones podemos encontrarnos con reacciones exageradas del perro a estímulos que no debieran representar amenaza para él. Estas reacciones pueden incluir gruñidos, exhibición de dientes, y hasta mordeduras. Es la respuesta de un perro que tiene miedo.
Los cánidos tienen distancias vitales a partir de las cuales gestionan su forma de relacionarse con el entorno:
- distancia de seguridad, aquella en la que no hay amenazas presentes;
- distancia de fuga, que es la que les permitiría, si la situación lo requiere, "poner pies en polvorosa";
- distancia crítica, es aquella en la que no hay escapatoria y el animal se ve obligado a activar la confrontación.
Cuando una amenaza en forma de riña por alguna trastada, se combina con acorralamiento, y si el perro reúne las condiciones descritas o algunas de ellas, puede llegar a defenderse reaccionando con agresividad. Esto puede ir combinado con la escala de puestos en el grupo, activándose entonces este tipo de agresividad más frecuentemente contra los miembros más débiles del mismo.
Esta actitud, que surge de forma natural, entorpece y convierte en muy problemática la convivencia con un perro. Si se repite y el perro la aprende, la fija y recurre a ella cada vez más, la espiral de agresividad en que entrará no augurará un buen final para la vida del animal. Por eso es muy importante saber que, si nuestro perro es un animal nervioso con debilidad de carácter, miedos y fobias, hay que saber relacionarse con él para que no active este tipo de agresividad, llegue a asentarla, y esto obligue a la toma de decisiones responsables pero dolorosas.

Una vez diagnosticado el animal, o si incluso ya ha mostrado tendencia a defenderse en situaciones límites recurriendo a los primeros protocolos agresivos (levantamiento del labio superior, gruñidos), no hay que aplazar más los cambios a introducir en las rutinas diarias del animal para evitar la fijación de esta conducta y mejorar el estado del perro.
Lo primero que hay que hacer es eliminar las situaciones que derivan en confrontación. Esto es lo más importante. Hay que ejercer la anticipación para que el perro no haga esta trastada o no se encuentre en la posición de reclamar espacios o comida. Estaremos pendientes para crear las situaciones en que el perro no se verá en la necesidad de defenderse. Evitar la confrontación es no reñirle de manera insistente y demandante, no perseguirle, no acorralarle. Crearemos el entorno en el que no lleguemos a vernos en la necesidad de "pedirle explicaciones".
Además, habrá que aprender a ejercer un liderazgo firme pero muy tranquilo, que no despierte el nerviosismo del animal. Nuestra dominancia deberá ser indirecta: no entraremos en conflicto, no sobrepasaremos el umbral de tolerancia del perro, si no más bien actuaremos gradualmente, desde la posición de especie más inteligente, que en teoría somos nosotros. Existe toda una serie de rituales en la forma de relacionarnos con el perro que le pueden mostrar una dominancia indirecta que el perro entenderá y que se irá asentando en su cabeza, modificando poco a poco el comportamiento del animal.

No obstante todos estos consejos, si su perro está mostrando alguno de los síntomas aquí descritos, contacte inmediatamente con CANISONIAN o con su experto de confianza en conducta canina. Hágalo por su bien, el de su familia y el del perro.

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